La
lectura, además de mejorar la empatía y la comprensión de los demás, es
uno de los mejores ejercicios posibles para mantener en forma el
cerebro y las capacidades mentales
Es así porque la actividad de leer
requiere poner en juego un importante número de procesos mentales, entre
los que destacan la percepción, la memoria y el razonamiento. Cuando
leemos activamos preferentemente el hemisferio izquierdo del cerebro,
que es el del lenguaje y el más dotado de capacidades analíticas en la
mayoría de las personas, pero son muchas más las áreas cerebrales de
ambos hemisferios que se activan e intervienen en el proceso.
Decodificar las letras, las palabras y las frases y convertirlas en
sonidos mentales requiere activar amplias áreas de la corteza cerebral.
Las cortezas occipital y temporal se activan para ver y reconocer el
valor semántico de las palabras, es decir, su significado. La corteza
frontal motora se activa cuando evocamos mentalmente los sonidos de las
palabras que leemos. Los recuerdos que evoca la interpretación de lo
leído activan poderosamente el hipocampo y el lóbulo temporal medial.
Las narraciones y los contenidos sentimentales del escrito, sean o no de
ficción, activan la amígdala y demás áreas emocionales del cerebro. El
razonamiento sobre el contenido y la semántica de lo leído activan la
corteza prefrontal y la memoria de trabajo, que es la que utilizamos
para resolver problemas, planificar el futuro y tomar decisiones. Está
comprobado que la activación regular de esa parte del cerebro fomenta no
sólo la capacidad de razonar, sino también, en cierta medida, la
inteligencia de las personas.

La lectura, en definitiva, inunda de actividad el conjunto del cerebro y refuerza también las habilidades sociales y la empatía,
además de reducir el nivel de estrés del lector. En ese sentido debemos
resaltar el excelente trabajo de revisión del novelista y psicólogo
Keith Oatley, de la Universidad de Toronto, Canadá, recientemente
publicado en la revista científica CellPress y titulado Fiction:
Simulación of Social Worlds (Ficción: Simulación de mundos sociales),
destacando que la literatura de ficción es la simulación de nosotros
mismos en interacción. Tras un riguroso y elaborado repaso de datos y
consideraciones sobre psicología cognitiva, Oatley concluye que ese tipo
de literatura al ser como una exploración de las mentes ajenas hace que
quien lee mejore su empatía y su comprensión de los demás, algo de lo
que estamos muy necesitados. Esa conclusión es además avalada por
neuroimágenes, es decir, por datos científicos que exploran la actividad
cerebral relacionada con ese tipo de emociones. La ficción que incluye
personajes y situaciones complejas puede tener efectos especialmente
beneficiosos. Así y como ejemplo, un trabajo recientemente publicado
muestra que la lectura de Harry Potter puede disminuir los prejuicios de
los lectores.
El razonamiento sobre el contenido y la semántica de lo leído activan la corteza prefrontal y la memoria de trabajo
Todo ello sin mencionar la satisfacción y
el bienestar que proporciona el conocimiento adquirido y cómo ese
conocimiento se transforma en memoria cristalizada, que es la que
tenemos como resultado de la experiencia. El libro y cualquier lectura comparable son, así, un gimnasio asequible y barato para la mente,
el que proporciona la mejor relación costo/beneficio en todas las
edades de la vida, por lo que debería incluirse en la educación desde la
más temprana infancia y mantenerse durante toda la vida. Cada persona
debe elegir el tipo de lectura que más le motiva y conviene. Los niños
deben ser estimulados a leer con lecturas adecuadas a su edad y los
mayores deben procurarse todo el auxilio que requieran sus facultades
visuales para poder seguir leyendo y manteniendo en forma su cerebro
cuando envejecen. Un motivo añadido para que los mayores sigan leyendo
es la plausible creencia de que no somos verdaderamente viejos hasta que
no empezamos a sentir que ya no tenemos nada nuevo que aprender.
La ficción que incluye personajes y situaciones complejas puede tener efectos especialmente beneficiosos
Ignacio Morgado Bernal es director del
Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona,
autor de“Cómo percibimos el mundo: una exploración de la mente y los
sentidos” (Barcelona: Ariel 2012)
En el siguiente enlace de el pais se puede leer un artículo relacionado con el tema tratado anteriormente.
http://elpais.com/elpais/2017/01/11/ciencia/1484155657_662258.html